FRANCISCO DE MIRANDA

   Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez nació en Caracas el 28 de marzo de 1750 de un padre de las Islas Canarias y una madre venezolana. Por ese entonces, la elite venezolana estaba compuesta por los españoles de la península ibérica y los criollos que integraban la oligarquía y que eran conocidos como “mantuanos” por los mantones que usaban las mujeres. Los inmigrantes canarios, que representaban un grupo significativo, no eran considerados parte de la elite y en cambio eran tratados con cierto desprecio por la elite caraqueña. Esto causó que la familia de Miranda decidiera que era mejor que viajara a España.



Las primeras experiencias en España

   Una vez que llegó a Cádiz en 1771, Miranda comenzó a cultivar lo que sería su impresionante conocimiento. Leyó extensamente a Bartolomé de las Casas, John Locke, David Hume y Edmund Burke y poco a poco logró insertarse en el ejército real y ser nombrado capitán de los ejércitos reales llegando incluso a participar en varias guerras en África. A su regreso, sin embargo, la discriminación que había ensombrecido a su familia lo persiguió y algunos funcionarios que no lo estimaban comenzaron a hacerle problemas e incluso la Santa Inquisición le abrió una investigación por leer textos que consideraba inapropiadas.
En 1780, en busca de nuevos horizontes y experiencias, Miranda se unió a las fuerzas de Francia y España que lucharon en contra de los ingleses para contribuir a la independencia de los Estados Unidos. Participó, por ejemplo, en la toma de Pensacola en Florida, un territorio que antes había sido colonia española pero que había sido entregada a Gran Bretaña después de la Guerra de los Siete Años.


El desarrollo de sus ideas independentistas

   Su gran desempeño en esta misión rindió frutos y a Miranda le encomendaron un viaje a Jamaica, que posteriormente lo terminó conduciendo a Estados Unidos. Una vez ahí, Miranda conoció a ilustres figuras como Washington, Hamilton, Paine, entre otros lo que le generó la más firme de las convicciones que lo acompañó durante su vida: un Estado europeo debía apoyar a las colonias para alcanzar la independencia.
Miranda se obstinó en concretar su ideal independentista. En reuniones secretas le propuso a Gran Bretaña apoyar la emancipación de lo que él denominó Colombia, un territorio que abarcaría desde el Rio Mississippi al cabo de Hornos, pero estos le dijeron que solo estarían dispuestos a unirse a su causa en caso que se desatara la guerra con Francia y España. Los ingleses lo mantuvieron sin confirmarle nada ni concretar oferta alguna, e incluso, en un momento, aún después de fuerte insistencia, se rehusaron a devolverle la información detallada que Miranda les había proporcionado para sustentar su plan de acción. Desanimado por el rechazo, no dudó en partir a Francia para confirmar si los franceses tenían planes en América, y evidentemente, también para probar la suerte de su plan con ese país.





















La influencia francesa

   Una vez ahí Miranda entendió que la independencia de las colonias no era la prioridad de los franceses ya que estos se encontraban afrontando sus propias disputas. Irónicamente, por una serie de hechos terminó ocupando un cargo como General de la Revolución Francesa, lo cual lo llevó a participar en importantes batallas como la de Valmy y la toma de Amberes, algo que lo llevaría años después a que su nombre sea inscrito en el Arco del Triunfo. Una vez que la situación política se transformó en Francia y los jacobinos asumieron el poder, Miranda nuevamente fue blanco de la justicia pero finalmente terminó libre de cualquier acusación en su contra y se estableció en París.
El perpetuo sueño independentista no lo abandonaba. Entabló diálogo con un grupo secreto de republicanos en España y terminó firmando el Acta de París, una suerte de declaración que le encomendaba a Miranda y a otros intentar concretar el apoyo de Gran Bretaña y Estados Unidos para luchar por la independencia del continente.

   Miranda concebía esa independencia como un sistema que incluía una monarquía constitucional, un sistema federal regido por un Inca hereditario y una legislatura bicameral. En aras de fortalecer esos deseos, en 1798 fundó la Gran Reunión Americana, una organización que aglutinó a las personas que compartían la visión de la independencia de las colonias.


A liberar Venezuela

   Finalmente en 1806 Miranda armó una expedición formal al puerto de Coro en Venezuela pero, desafortunadamente, la misma no tuvo éxito. Los mantuanos, preocupados de que la libertad también le fuera extendida a sus esclavos, no lo apoyaron. Ante el fracaso Miranda terminó regresando a Londres y se dedicó a escribir sobre sus ideas en el periódico El Colombiano y a fortalecer el trabajo de la Gran Reunión Americana.
En 1810 la Junta Central de Sevilla cayó lo que lo que sirvió para fortalecer el espíritu independentista y trajo a Bolívar, Andrés Bello y López Méndez a Gran Bretaña para solicitar apoyo del gobierno en sus luchas. En Londres, los tres terminaron convenciendo a Miranda de la importancia de que se uniera a los esfuerzos en América y regresara a Venezuela. El 5 de julio de 1811 declararon la independencia de Venezuela pero el desenlace no fue fácil. Casi 2/3 del país no quiso unirse. Por si fuera poco, en 1812 un terremoto de gran escala destruyo prácticamente Caracas lo cual la iglesia aprovechó para argumentar que había sido un castigo divino, naturalmente complicando las tensiones existentes.

   En medio de la crisis, en 1812 Miranda fue nombrado Presidente, pero, sin apoyo real, un motín liderado por los criollos lo puso en una situación difícil que lo llevó a optar por firmar un armisticio con los realistas para evitar una mayor violencia. Justo cuando estaba listo para salir del país, Bolívar, quien interpretó ese acto como una traición lo arrestó y lo entregó a los realistas que posteriormente lo enviaron a Puerto Rico, y de ahí a España, donde murió victima de una apoplejía en 1816.





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